Abróchense el cinturón mientras recorremos las calles nocturnas del Detroit de los años 70 en Ciudad del Motor, protagonizada por Alan Ritchson, Shailene Woodley y un elenco de caras conocidas entre las que se incluyen Ben Foster y Pablo Schreiber. Prepárate para ser envuelto en un paisaje áspero salpicado de luces de neón y turbios tratos del inframundo, un escenario preparado por el director Potsy Ponciroli para un viaje cinematográfico rico en estilo pero escaso en sustancia.

Un Viaje Silencioso pero Ruidoso

Imagina esto: un thriller criminal casi desprovisto de diálogos. Un concepto audaz de hecho, llevado a la vida con secuencias de acción potentemente escenificadas y una fantástica banda sonora de los ‘70 que mantiene el impulso. De David Bowie a Fleetwood Mac, la música evoca la época, aunque la profundidad de los personajes parece perderse en medio del explosivo silencio.

La Presencia de Ritchson

En su interpretación de John Miller, Ritchson exuda un torrente de emociones, impulsado por el dolor y la ira. Atrapado en una intrincada red tejida por un despiadado señor de la droga, Miller encarna la dureza cliché, aunque ofrece destellos de tumulto emocional que conectan con el corazón de la narrativa. Como se indica en The Hollywood Reporter, Ritchson mantiene a la audiencia con su intensa presencia en medio del caos.

Woodley, Foster y un Elenco Atrapado en Arquetipos

Aunque el elenco está repleto de nombres talentosos, se encuentran atrapados en roles arquetípicos cansados que parecen más un homenaje que una innovación. La Sophia de Woodley baila entre el encanto de la femme fatale y la lealtad mal colocada, dejando a los espectadores reflexionando sobre sus verdaderas intenciones. Mientras tanto, Foster, Schreiber y McKenzie aportan su mejor talento, aunque están limitados por un guion que evita que sus personajes se desarrollen más allá de un interés superficial.

Estilo Sobre Sustancia

La dirección de Ponciroli deslumbra al capturar el decadente glamour del viejo Detroit, aunque el ejercicio parece estirarse cuando la novedad de su presentación silenciosa decae. A pesar de sus audaces ambiciones, Ciudad del Motor se encuentra en una encrucijada, tambaleándose entre ser un homenaje o una parodia. La película invita a una reflexión sobre el equilibrio entre el flair estilístico y la profundidad narrativa en el cine moderno.

Conclusión: El Camino Adelante

Si bien Ciudad del Motor puede no abrir un camino revolucionario, ciertamente crea una ruta escénica que vale la pena visitar. Para los entusiastas del género, ofrece un recuerdo nostálgico de la época dorada del cine de crimen, aunque con un apetito más saciado por el atractivo visual que por la narración innovadora. En manos de Ponciroli, Ciudad del Motor se convierte menos en un viaje clásico y más en un paseo llamativo coloreado por una era de excesos y misterio.